Cuando llega la Navidad muchas personas suelen caer en uno de estos dos extremos.
O se agobian, como Marta, procurando que todo esté perfecto y de acuerdo con lo que se espera.
O se hunden recordando las personas que ya no están y el tiempo que no volverá.
En vez de celebrar que Dios envió a su Hijo a esta tierra para darnos vida eterna, paz y consuelo, nos limitamos a mirar a nuestro alrededor y nos dejamos llevar por nuestra pequeñez.
¡Relájate!
Aprende a disfrutar de las pequeñas cosas y olvídate de enredarte en grandes y complicados festejos.
Jesús nació en un establo. No necesitó de grandes fastos y, sin embargo, su llegada humilde cambió la historia de la humanidad.
Y si te sientes triste u olvidado, recuerda que Dios envió a su Hijo porque te ama, y nunca te abandonará.
Él será tu gozo y tu consuelo.