Cuando alguien cree que ya no eres el mismo, solo dicen está diferente ya no es como antes. Pero solo lo dicen para ellos mismos, no te lo dicen a ti, no se acercan a preguntar qué ocurre en tu vida. Y es que todos cambiamos, ya se nuestra forma de vestir, pensar, alimentarnos, actuar, etc.
Porque así es el sistema evolutivo del ser humano, nadie puede venir siendo igual desde su nacimiento, todos estamos más que obligados a cambiar, cambiar a diario porque puede ser que ayer me gustaba más el color blanco, y hoy me más gusta el negro.
Ahora si eso es en forma externa, imagínate en nuestra mente los millares de pensamientos que tenemos segundo a segundo, por supuesto que van hacer cambiar nuestro actuar.
En nuestro interior que solo es gobernado por nosotros, al que no le damos acceso a los demás a decidir por otros, dónde tenemos que elegir lo que queremos hacer y cómo queremos sentirnos con aquello. Esa parte tan frágil que jamás nadie va a entender ya que no le permitimos a otros mostrarnos cómo nos sentimos en realidad. Y aún más si nadie se acerca a ti a preguntar qué está pasando.
Un mar de; temores, dudas, angustias, fobias, suposiciones, decepciones, culpas, arrepentimientos, etc. Con todo lo que tienes que lidiar y los demás solo dicen ha cambiado antes no era así, ahora porque tiene aquello, o se cree tal cosa.
Cuando en realidad no se trata de lo material y sencillamente cambiaste porque viste actitudes en ti que no eran sanas, y también viste el comportamiento de los otros hacia ti como en realidad son, y todo eso te llevo hasta dónde estás ahora y a convertirte en quien eres, en lo que ven los demás y aunque se dice mucho que lo que muestras es lo que eres, más bien es eres para los otros como ellos quieren verte.
Vivir con un corazón roto, con decepciones, con culpabilidad, te hace creer fielmente que no eres alguien apto para relacionarte con otros, porque no eres lo suficientemente sano para compartir y no tienes nada bueno que ofrecerle al exterior.
¿Qué si yo he cambiado? Muchísimo, y muchísimas veces, alguien como yo que nació con el 99% de sentimentalismo y romanticismo tiene que acostumbrarse al cambio constante, porque soy un extraño caso y es muy poco probable encontrarme personas que sufran de lo mismo que yo.
Nacimos tristes, rotos, frágiles, con una pena que embarga nuestro ser sin razón alguna, simplemente allí está, llorones aunque esta me gusta más porque me recuerda que estoy viva.
Pero lo raro de todo esto es que aún padeciendo de aquello, no nos deja sin la oportunidad de ser grande soñadores, optimistas, y contra todo el pronóstico anteriormente mencionado también somos felices y buscamos la felicidad constantemente en todo.
Y tenemos que entender que las personas que han pasado por nuestra vida solo estábamos en su ruta, más no éramos su destino. Y qué tal vez en otro viaje volvamos a coincidir.
¿Tenemos cura? Claro que si, somos nuestro propio antídoto ante cualquier dolor, sabemos como calmarnos, parar de sangrar la herida, y dejar cicatrizar. Aunque el proceso de cicatrización sea el más duro podemos resistir, y volvemos a sanar.
Con rastros de aquella herida, quizás ahora seamos más selectivos al elegir con quien queremos estar, a quien queremos dejar entrar a nuestras vidas.