Y es que cuando te acercas a la Navidad contemplando a aquel cuyo nacimiento fue el motivo de esta celebración, si dejas que su mensaje toque tu vida y aceptas el regalo que Él nos hizo de paz y salvación, entonces tu enfoque es radicalmente distinto.
A partir de ese momento Navidad ya no es una fecha arbitraria. Navidad se convierte en una actitud que vives con alegría cada día del año.
Una actitud de generosidad y de amar. No es cuestión de comprar regalos, sino de darse a los demás del mismo modo que Dios se dio por nosotros.
Porque cuando tienes a Dios en tu corazón ya tienes el mayor regalo que una persona puede recibir: el regalo del perdón y de una vida plena y de relación con Dios.
Y cuando tienes eso cada día de tu vida es una verdadera Navidad.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Juan 3:16″