Parece que es una respuesta válida para este tiempo de Navidad. Y lo cierto es que lo es.
Hay algo más de tiempo por los días de fiesta y no viene mal verse de vez en cuando.
Sin embargo, es triste que esto conlleve, a veces, peleas entre familiares, tensiones entre miembros que no se llevan bien o disputas por viejas rencillas que se avivan al reencontrarse.
Y eso no es coherente con el sentido de la Navidad.
En vez de aprovechar el poco tiempo disponible lo tiran por la cloaca del odio, la envidia o el rencor.
Ahora bien, estoy seguro que todos conocéis a alguien que ya no estará presente en Navidad.
Piensa en la última conversación que tuviste con esa persona. ¿Si hubieras sabido que iba a ser el último encuentro habrías cambiado el tono o el enfoque?
Si tu respuestas es «No» enhorabuena. Sin embargo, si tu respuesta es «SÍ» tengo otra pregunta aún:
¿Por qué no lo hiciste?
Como cristianos estamos llamados a sembrar el bien, y es cierto que esto puede incluir corregir y reprender comportamientos. Pero no hay nada que diga que debe hacerse de forma agresiva o violenta.
Antes bien, la Biblia nos insta a corregir desde el amor. Con firmeza, pero con amor y respeto.
También estamos llamados a ser «pacificadores». Del mismo modo, recuerda que nuestra boca debe ser una boca de bendición y no de maldición.
Así que, cuando vayas a pasar un tiempo o tengas una conversación con alguien, piensa si te gustaría que tu actitud y tus palabras de ese momento sean las últimas que tengas con esa persona.
Porque nunca sabrás si lo pueden ser.